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Mostrando entradas de 2020

Clepta y Clemen

Clepta y Clementina viven solas. Viven solas en lo que solía ser una antigua iglesia, pero también viven solas en el mundo. Todo empezó y terminó el día en que caminando por las afueras de su pueblo se distrajeron, confundieron de ruta y se toparon con una vieja iglesia venida abajo. Rara, porque tenía un diseño en el que cabían cientas, tal vez miles de personas, y estaba ubicada en el medio de la misma nada. Se fijaron en maps y no había referencias. Tampoco en el buscador. Agotaron sus fuentes y decidieron entrar. No eran religiosas. Tal vez Clementina técnicamente se admitía católica por haberse prestado a hacer la primera comunión y después la confirmación en el colegio. Pero lo que se dice religiosas, no eran. La pasearon un poco, gritaron “eco”, y se acostaron en el pasillo a mirar el techo. El piso estaba frío, así que acostadas su piel emanaba un aura cálida que humedecía el piso, con pelos semi erizados irguiéndose para tomar aire, mientras que la otra mitad se apelmazaba e...

Un Ombú

Un ombú                 Un pack de birras  que lo trajo siempre en casa siempre estoy en casa Una premisa poco clara Un piso que se levantó Un pajaro que suele pasar a la tarde y canta, y yo estoy  La sartén con pegote  porque una vez la lavaste mal y ya no sale, como los vasos con sarro o lo que sea que tenga el agua que tomo en casa El cuadro sucio que voy a cambiar el cambio de muebles mi sueldo part time y  la vida a medias que estoy empezando a hacer, que es carísima Aunque no sé si me importa la plata Una lampara sin foco  Unos focos que no andan en las luces de afuera, un ombú  Hay pelos en el piso, más que antes siempre en casa una cabeza de escoba nueva,  un cajón de las cosas que no quiero ver La torre del Galicia que se refleja en la puerta de vidrio. La torre que me mira todavía alta y brillante como la obra de en frente y el sol a la mañana porque no cierro la cortina  Un buz...

Te acostaste a tu lado

Su mano se posó sobre la suya. Se apoyó con miedo y cuidado, o con cuidado por miedo. Con disgusto sacó la mano de debajo de la suya. Sacudiendo el tacto molesto de una mano que siente por demás. Le acarició el pelo con cariño acumulado. Respirándolo cuando se acercó para tirar de un mechón. Eso le gustaba. Toleró la caricia tensando los hombros y el cuello. Prefería el toque de la manta azul con olor del sillón, con trazos de perro y dejadez, pero propios.  Se separó de su cuerpo despacio, con mucha comprensión y tristeza, sin saber dónde ir sin alejarse más. Ansiaba su calor. Aceptó esa distancia, que la tranquilizó y casi le dieron ganas de darse vuelta y ponerle una mano en la cara, para calmar las aguas. Pero solo casi, y se encapulló en las sábanas que ahora se extendían sin fin. Se fue a otro cuarto para regalarle espacio, satisfecho con su buen sentido común. Se quedó en la cama, pero no sintió tal espacio, porque cerca, a uno o dos cuartos, había una persona con sentid...

crónica entre huecos

Domingo 19 La tensión bajó vertebra por vertebra. Como una bolsa de arena que se deshilacha y de a poco se vierte al piso. Codos, colas, piernas sudadas me chocaban en el chicken bus explotado de gente. Donde entra uno entran diez me dijeron, y lanzaban las bolsas con cacharros, y ropa al techo para hacer lugar.  Miraba casi obsesivamente maps y por poco me pase de largo la ciudad. Xelapán, pedir una Xeca de chocolate, el Zunil, tomar el bus, la parada de buses queda todo recto, que más que más que más. Avisarle al tipo de couch que estoy llegando. Que estoy llegando y que por favor me trate bien porque este mes ya gastó su cupo. Y que el volcán con su camino de 8 kilómetros a las fuentes georginas sea fácil. Y bueno, de paso, que no haga tanto frío. Martes 21 "¿Puedo usar tu teléfono un segundo? ... para mandar un mensaje de texto.... sí, puede ser whatsapp, lo que mejor te venga. Dale, mil gracias" Cierro los ojos. Listo. Un éxito. Miro el asiento azul de firu...

Carta a Facu II

Papá era un tipo cariñoso. No le importaba nada, era bien cararota. Y le importaba todo, se enroscaba con las cosas más irrelevantes. Tu papá era un pelotudo, me dijo una vez mi tío, le encantaba llorar. Y era así. Reclamaba, lloraba, reía. Llorar y reír es algo que hicimos juntos, aunque no me acuerde. Tenía la edad desdoblada, una cualidad confusa para la familia. Sin avisar, restaba veinte años cuando Sofía marchaba por la puerta dando la orden de apagar la tele e ir a dormir y él, pedía cinco minutos más. Pero nos íbamos a dormir. Yo dormía abajo, con la luz del baño prendida, en el cuarto al final del pasillo, y él arriba. Él bajaba cada cinco minutos para chequear que esté dormida. Y yo, expectante, no pegaba un ojo hasta asegurarme que él estaba bajando con la frecuencia pactada. A veces se escondía atrás de una pared para saltar a los diez segundos y decir que había pasado el tiempo. Otras, se acostaba al lado mío y nos quedábamos abrazados. A Sofía no le gustaba ese exces...

Enrolle/Turned, twisted bed sheets

Turned, twisted bed sheets Piled up into mountains and caves You, hidden in some crevice Me, peeling you out of that mess The bed sheds it’s skin, lets the covers fall in whirlwinds of linen and daydreams the music floating above, undulating dipping at every move of our hide and seek. Maddening the coil springs. I chase what’s left of your laugh in the air soaked in traces of your electricity The mattress almost naked The landscape gone, i’ve got you now On the tip of my fingers in a hissing static, your warmth bursting all the way from my chest flooding the room with this bad habit happiness of yours I throw over the last of the sheets and there’s not an inch of you in sight only music escaping through the window an arm clinging heedlessly, and an accusing, helpless, empty space -----------------------------------------  Enrolle de sábanas montañoso, el plumón un montón de arrugas y cuevas. Vos escondido en una, yo pelando capas buscando. Caen las sábanas como hojas secas, un...

Paréntesis pandémico para viajar

Al sol todavía le queda una hora y algo. Si el viento no corre, podés sentir el calor en la piel y cómo se calienta el algodón de tu camiseta para después mantenerse tibio cuando vuelve a soplar. El viento huele rico ahí. Huele a lejos, y a pasto húmedo. Tocás la madera de la mesa en el recorrido de veinte centímetros que tenés del borde al mate. Extendés los dedos para acariciarla, se siente fría y lisa, como recién pulida, como esos árboles de tronco tan suave que te dan ganas de apoyar la mejilla. Jugás con el agua que duerme en los huecos que vas encontrando. Tomás la calabaza y cebás el primer mate de la tarde. Te agradan estas juntadas que se mecen. Van y vuelven las ramas. Van y vuelven los silencios.Va y vuelve el paquete de Don Satur casi vacío. Va y vuelve el termo, que cada tanto se le escapa una gota entre risa y risa, y sentís el ardor con sorpresa exaltada, como si fuese el remate del chiste. Va y vuelve el debate intenso que sostienen las chicharras. Se pone el s...

Chascomús

   El viento sopla fuerte en Chascomús. Aprieta los ojos hasta que se le distorsiona la cara como acordeón, cachete y frunce solapando las pupilas, el poroto de la nariz húmedo y rojo de tanto frotarlo.    El viento te hace fruncir mucho el ceño, te lo impregna a la cara. Por eso en las tundras, llanuras y páramos se envejece más rápido: imponen unas arrugas de roble. Buscá el mejor atajo a Las Heras y comprobalo, o a La Pampa, que además de frío es seco, seco. El soplete te deja una fruncida crónica.    Pero aquel acordeonista de vientos no está en Chascomús. Ni cerca. Y aún así tensiona, tensiona ese rostro rugoso. Lo hace hundiendo el cuello en el hueco de los hombros, para darle más fuerza. También se soba las manos y las muñecas, envolviendo una sobre la otra, estirando el interior de la palma con el pulgar. Lo hace bien, con mucho vigor. Nadie puede reclamar el esmero con el que imita una mañana en su ciudad natal.    Una manta le cuelga...

Cuentos cortos

Los cuentos cortos bien hechos tienen algo espectacular. Tienen un golpe. PLAM! y así terminan. Un puñal al pecho. Desconcierto. La necesidad de releerlo porque debe haber algo que te perdiste. Debe haber por ahí en el medio una pista, una mano enguantada que te peine los cachetes y te tranquilice y te acurruque y arrulle de vuelta a la posición pasiva en la que estabas en el sillón.  Tienen algo hasta místico porque nos hacen creer, nos logran perversamente engañar, de que así es la vida. “Me encantó porque es tal cual”. Porque simulan por el más brevísimo período de tiempo que entienden, entienden perfecto. Contienen el secreto para decodificar humanos. Es tan real el desasosiego que lo primero que nos cachetea al terminarlo es ese consuelo de que la vida es así. Que por lo menos, tenemos en la yema de los dedos, la palma de las manos o sobre nuestras rodillas, a la misma vida.  Suspiramos contraídos y aliviados, entonces, que cuando hablamos de amor hablamos de Car...

Adaptabilidad

No sé cuando fue, pero el árbol que da al balcón tiene color hoy. El techo de la ciudad tiene tantos tonos como copas. La vista no es linda, nunca fue, pero me encanta. Es como todo, si te parás en un lugar muy alto tiene gracia. El conjunto de cosas se amalgama para que cemento, escombro, pelo y polvo merezcan la pena. Desde el techo, se pronóstica 100% lluvia y no llueve. Se cuestiona a la probabilidad. La probabilidad de poder poner pantones en palabras y argumentarlos. Y los árboles contestan, en la sirena de una ambulancia. 

La gente más maravillosa del mundo/ The most wonderful people in the world

"Ahí conocí a la gente más maravillosa del mundo" Busqué con intento esa maravilla en el amarillo crema de la cera de las velas y los algodones que se llevaban un hilo del tímpano de Ovidio Los algodones no tenían un hogar una cama compartida con los turistas o un huacal propio. Las velas tampoco. aparecían, simplemente, del interior de sus oídos, de la despensa venida a menos con cajones flojos La gente más maravillosa del mundo Doña Elvira me escuchó pensar con sus pupilas negras arrimadas a la esquina de su ojo y luego de vuelta a la pila El amarillo se desparramaba en la mesa en la papa, el huisquil hervido, el maíz que desgranamos, el huevo amarillo mostaza  como el cuarto, (la mostaza) no conoce el camino a Yepocapa No así los Jocotes, de interior tierno que no llegan Argentina porque palidecen Como los algodones color crema, que flotan inadvertidos, como si no estuviesen en realidad ahí como los cacharros de grumos sucios, sin pena aceptados que arden sin tregua en la ...