Hablar en un entierro es hablar tarde
En la bahía flotan témpanos lentos, arrastrados de los glaciares a la orilla. Los vemos desde arriba, cruzando el paso. Azules y blancos. Toni me pregunta si es ahí. Sí, es ahí. Hay que seguir el olor a viento, cargado de días de andar. Bajamos haciendo formas como las nubes y los puentes y los túneles y los truenos. En la bahía flotan témpanos abandonados que su madre rompió. Se quebró en llanto y los turistas se dieron vuelta impactados. Corrimos a verlos caer. Los glaciares no caen en silencio: lo generan. Su propia carne los desplaza, se les cae la piel en el campo. La pintamos para llevarla con nosotros a cuestas, en la espalda, porque no la podemos tocar. Nos conmueven sus gritos. Toni pinta su llanto en papeles apaisados. El gramaje es tan grueso que se parece a una corteza, pero del mismo blanco que el glaciar. Le pido si me regala alguno para mi casa. ¿Querés acarrear con esto allá también? Hago no con la cabeza y me siento al lado. No quiero perderme su tors...