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Mostrando entradas de 2021

Me gustás mucho a la mañana/ Mornings look good on you

Me gustas mucho a la mañana. Me gustas cuando nos despertamos, todavía no tenemos conciencia de nada.  Si es mi casa, o la tuya.  Es la mía, porque los rayos de sol se empiezan a filtrar por la cortina de mentira que mirás exasperado sabiendo que tiré el blackout. Si es tu casa, sonó la alarma o ya dormimos más de 9 horas  y el cuerpo pide que nos movamos. O me lo pide a mí, vos siempre te rezagás un poco más y ahí te busco. Ahí me gustás, cuando nos despertamos. ¿Querés ser mi novio solo a la mañana?, te pregunté. A la hora en la que todavía no hay nada  estamos juntos hace solo unos minutos mis piernas trepando las tuyas de forma automática. A la mañana recién despiertos no hay ayer, no hay un plan, no tenés trabajo y no te tengo bronca, no hay almuerzos familiares, no hay caminatas por la ciudad estamos vos y yo desnudos. Tenemos los ojos apenas entreabiertos pero  tus manos empiezan a acariciar mi espalda,  cada hueco y hueso, mientras te doy besos. Tod...

Fantasmas

Sé que en mi casa hay fantasmas. Los descubrí la primera vez que me quedé sola a los quince, a cuestas de negociar las llaves con Mariela, que trabajaba en casa. No era para llevar pibes, ni salir, ni nada por el estilo. Me gustaba estar sola. Y cuando mamá se iba los fines de semana, yo hacía lo imposible por conseguir una copia de llaves y encontrar una mentira viable para que no me manden a lo de mis abuelos.  Era bastante rompebolas, mi vieja, que a pesar de que yo era tranquila hacía todo lo posible para que no tuviese ningún tipo de privacidad prolongada. Ella se quedó embarazada a los 19 y tenía pánico que me pase lo mismo. Yo mucho antes le grité que éramos parecidas pero que yo no era boluda. Esas cosas no ayudaban a que me den las llaves.   Pero logré quedarme y disfrutaba de los ecos entre ambientes de la casa vacía. Hasta que escuché los portazos y tuve miedo. Sonaban re fuerte, y yo toda adolescente escondida como idiota bajo el plumón. Patiné por la casa sobre ...

Luz roja y dedos en la piel

Se me pegó su piel.  Qué hacerle. Tengo la punta de sus dedos tocándome la cintura mientras me muevo.  Me quedaron restos en el pelo de luz roja y violeta fluorescente. La luz roja que jugueteo con tener en mi casa y el éxtasis del cielo verde y los árboles naranjas que salían de entre el empedrado.  Se me pegó. No en el momento, me siguió a casa.  En el momento era una mano, un abrazo más de los que tenemos miles. Parte de la textura y el baile clandestino entre fábricas.  Pero me siguió a casa y me desperté con una voz en el oído y sus dedos tocándome la cintura mientras bailaba. Rogándome muy tibio al oído. Distrayéndome en el almuerzo. Sonriendome irresistible en la nuca.  Se me pegó, no puedo sacarlo. Fantaseo con su mano completa. Toda su mano envolviéndome y su beso en el cuello en respuesta al mío. Se me pegó el calor en el pecho de un fuego que no hubo pero que mi cuerpo malinterpretó durmiendo. Una caricia retenida fuera de contexto. ¿Cómo le hago...

El extraño

Creo que lo más lindo del baile es que no me importa. No me importa. Es una práctica a la que miré de pedo. Como cuando entrás a un lugar muy concurrido y en puntas de pie atravesás el cuarto con la mirada, buscando a la persona con la que quedaste. Y en vez, en el afán te tropezás, casi le tirás la cerveza al de al lado, te disculpás y terminás pasando la noche ahí. Con un extraño.   Un extraño es, entonces, el mejor compañero. Pero respeto mucho el espacio del otro, y por eso no me quería sumar a las clases de contemporáneo de Milagros. Mis amigas insistían, pero no lo consideré hasta que se me acercó la misma Mili a decirme que podría ser divertido, que le dé una chance. Terminé la clase con lágrimas. Es algo que no había experimentado. Un encuentro con mi cuerpo que no tenía registrado. Los ritmos, tiempos, impulsos en acción. Las idas y vueltas con extraños pueden ser profundamente satisfactorias.   Profundamente satisfactorias como el encuentro con quien amás muchas vec...