Paraná 1190 v2
-"¿Cómo se pausaba esto, vieja?"
El piso de madera crujió. El CD danzaba ajeno al desasosiego de Sylvia. El olor a encierro y el pegote de palabras sin decir me zumbaba en la nariz y trataba de no aspirarlo mientras tomaba mate.
Al lado mío tenía una caja de cartón con más de 20 controles remotos incompatibles con cualquier televisor fabricado después del 2000. Compatibles con el del cuarto de Diego y ni siquiera.
Con el agua hirviendo chorreando del termo roto, el plástico pudriéndose bajo el título "es una cuestión de mania", escuchábamos el ruido de la radio simultánea al CD player simultánea a la tele mientras el ropero escupía cada vez más cajas.
Ella, enroscada en su locura. Él, ocasionalmente me miraba de reojo y yo desviaba. Desvariaba. A la caja de herramientas, a los controles, al popurrí que apareció abajo de la cama y quedó sin clasificar. Ninguno sacaba la incomodidad del: usted está aquí, en esta situación irremediable, qué le va hacer.
- "No no, ya sé. Dejá. No vieja, ya sé. Estoy probando algo, nada más."
Al lado mío él tosió de risa. La radio sonaba más fuerte, simultánea al CD player simultánea al noticiero que anunciaba un robo, una violación, un cambio en el clima o las tres.
Me quemé con el agua, murmuré alguna historia, descontinué esa historia ante la falta de interés del público, encontré un silencio y anuncié que me iba.
Los tres caminamos hacia la puerta arrítmicamente.
Arrítmicamente pedaleé hasta mi casa.
Y me enredo Sylvia, me enredo sin remedio, ¿cómo era esto? Contame la verdad, ¿cómo era?
El piso de madera crujió. El CD danzaba ajeno al desasosiego de Sylvia. El olor a encierro y el pegote de palabras sin decir me zumbaba en la nariz y trataba de no aspirarlo mientras tomaba mate.
Al lado mío tenía una caja de cartón con más de 20 controles remotos incompatibles con cualquier televisor fabricado después del 2000. Compatibles con el del cuarto de Diego y ni siquiera.
Con el agua hirviendo chorreando del termo roto, el plástico pudriéndose bajo el título "es una cuestión de mania", escuchábamos el ruido de la radio simultánea al CD player simultánea a la tele mientras el ropero escupía cada vez más cajas.
Ella, enroscada en su locura. Él, ocasionalmente me miraba de reojo y yo desviaba. Desvariaba. A la caja de herramientas, a los controles, al popurrí que apareció abajo de la cama y quedó sin clasificar. Ninguno sacaba la incomodidad del: usted está aquí, en esta situación irremediable, qué le va hacer.
- "No no, ya sé. Dejá. No vieja, ya sé. Estoy probando algo, nada más."
Al lado mío él tosió de risa. La radio sonaba más fuerte, simultánea al CD player simultánea al noticiero que anunciaba un robo, una violación, un cambio en el clima o las tres.
Me quemé con el agua, murmuré alguna historia, descontinué esa historia ante la falta de interés del público, encontré un silencio y anuncié que me iba.
Los tres caminamos hacia la puerta arrítmicamente.
Arrítmicamente pedaleé hasta mi casa.
Y me enredo Sylvia, me enredo sin remedio, ¿cómo era esto? Contame la verdad, ¿cómo era?
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