Al rayo de sol le encanta un buen cuarto vacío. Se filtra por la ventana abierta, cercando las acciones, despertando a los que anhelan participar. La campera, la cama, el libro de Gay Talese en mi mesa de luz que no es mía. Las cosas son ficción hasta que la madrugada da cuerda al tiempo y el movimiento reanuda: la campera se vuelve campera, acumulando polvo, estirándose cada vez más hasta tocar el piso; la cama se vuelve cama, con pliegues rebeldes, despatarrada, esperando al sol como una musa. Y el libro levanta su tapa de papel, sutil, seductor, para atraer un roce desde sus esquinas. En cambio ella, que es soberbia, se regodea en los pies de cada ventanal. Ronronea ante el calor que emanan. Duerme tranquila, sabiendo que no me voy a ir a ningún lado, porque vivo para ella como la campera, la cama y mi libro hasta que los descubre el sol.