Eclipse. Extracto de "Editar el tiempo"
En el 2020, nos fuimos al sur. Fuimos a ver el eclipse. Hubo un intento en Chascomús unos años antes, al que no fui y mis amigos en el último momento se lo perdieron también por una nube.
Nube y todo, dijeron que los pájaros se volvieron locos. Que todo se puso oscuro. Y sin verlo, sin estar en la parte de eclipse total, valió la pena. En el 2020 el eclipse completo pasaba por el sur, en algunos lugares se veía mejor o peor. Tratamos de buscar el mejor.
Un mediodía, terminamos junto a varios otros autos en la mitad de un desierto mirando a través de anteojos cómo de a poco la luna se ponía frente al sol. Hasta que sucedió.
El cielo entero cambió de color. Entero. Ya no era amarillo/celeste. Se había vuelto un degradé entre violeta y lila. Ya no me sentía en Piedra del Águila, me sentía en un western. En el set de un western, claro. Con una lona gigante envolviéndonos en un cielo surreal que bajó como tres grados de un segundo a otro.
Ya no hacía falta usar los anteojos. En el epicentro de todo esa atmósfera sacada de un guión de ciencia ficción, un agujero negro, redondo, perfecto, arriba nuestro. Había un libro de “elige tu propia aventura” que era así. No sé por qué todavía no me lo olvido. Pero entrabas al centro de la tierra, y abajo había como otro mundo. Una tierra dentro de la tierra, donde el sol era negro. Un gran agujero negro.
En este mundo, no me trepé a un árbol y me comió un jaguar, como en ese. Pero estaba bajo el mismo sol.
Lo más loco igual, es que eso no es de lo que más me acuerdo. Lo que más me quedó grabado en el cuerpo, fue todo lo que pasó antes. ¿Cuándo, cuándo en mi puta vida, se me podría haber ocurrido que en una semana iba a pasar TRES veces por Piedra del Águila? Un pueblo muerto donde no hay nada que hacer más que trepar piedras y tener calor.
Pero fue así. Pasamos a la ida. Fuimos a Huechulafquen. Nos quedamos ahí acampando. Uno de los chicos se sentía mal, volvimos para atrás, dejamos campamento. Fuimos de vuelta a Junín creo, quién sabe. A algún lugar, también bastante muerto, a pasar la noche. Volvimos a pasar por Piedra del Águila, fuimos a un camping a unos kilómetros a esperar al resto de la banda que venía a ver el eclipse. Pasamos por tercera vez por ahí porque el lugar para verlo era en el desierto pasando la entrada. Técnicamente, volvimos a pasar para seguir viaje, y a la vuelta una semana después para encarar Buenos Aires.
Cinco. Y una semana después volví a ir en auto, y volví en enero. ¿Siete? La cuenta la perdí, pero mi mente vaga entre cráteres y cuevas con Igna, en silencio, fumando porro, haciendo tiempo, mirando un paisaje vacío. En un momento raro de mi vida. De a ratos sintiéndome fuera de lugar, de a ratos volviendo, como cuando no me acerqué pero Igna me vio dudar y me pasó el brazo para abrazarme. Tengo buenos amigos.
Lo que más me acuerdo del eclipse, no es el eclipse. Son los momentos de tiempo suspendido que pasamos antes. Aunque qué se yo, el eclipse también estuvo muy bueno.
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