Siempre que lo necesites no voy a estar

 A mí no me parecías un iluminado. Ni un visionario, ni una persona que no juzgaba ni alguien que siempre estaba ahí. Es más, la única carta que tengo tuya dice "siempre que lo necesites, no voy a estar. Pero te quiero". 

No hacía falta más, tampoco. Así que no voy a engrandecerte para que te mueras y te llenes de virtudes. Cuando te conté cómo me estaba costando reencontrarme con mi novio a la vuelta de un viaje largo, me dijiste tantas cosas que me tuve que bajar del auto llorando. Que vinieron dos tías corriendo preocupadas por los gritos y me calmaron a mimos y "vos sabés cómo es Picha". 

Después me pediste perdón, habías tenido un mal día. Estabas nervioso. 

No fue la única vez. Tenías malos días. Nos gritábamos feo. Y está bien, no tengo que acordarme de cosas lindas para que me guste acordarme de vos. Es importante poder sostener ideas contradictorias. Poder pensar una cosa y que eso no te quite disfrutarla. Porque la vida es compleja, y la tuya lo fue mucho, y yo te quería así. Porque lo que tiene ser inimputable, es que hay una cierta libertad ahí. No de que no nos juzgues, pero de "qué me vas a juzgar vos" y vos te puedas reír de eso. Entonces todos nos podamos, al final, reír. 

Una vez no me dejaron rendir un examen y de la frustración me subí al primer colectivo a zona norte y fui a tu casa. Mil llamadas perdidas de mi vieja. Puteadas totalmente desproporcionadas a un día que para mí ya era una catástrofe. A lo que me recibiste diciendo "Bueno, ya te la mandaste. Ahora vamos a abrir un vino y pasarla bien". 

No siempre. No siempre eras así. Pero muchas veces sí. Muchas veces caer con un problema no venía de la mano con un escarmiento, una búsqueda de una solución o una moraleja. Venía con la generosa comprensión de que ya está, ya te la mandaste. No todo hay que mejorarlo para la próxima. No de todo hay un aprendizaje mayor. No hay por qué darle vueltas, vení. Vamos a ver una peli de en blanco y negro. 

A mí, que todo me implica un esfuerzo enorme. Que todo me lleva a repreguntarme las cinco cosas que tendría que haber hecho mejor en el camino, enfocarme en las equivocadas, enojarme después porque no vi las que tenía que ver, porque si me victimizo o me sobrexigí o hay algo que pasé por alto y enojarme más cuando me marcan que no hay tal cosa como equivocarse. Pero me equivoqué. 

Había un refugio para escuchar la radio en la tele. Para reírnos. Hacerte mimos. Hacer chistes fuera de lugar y del tarro. Disfrutar todas tus inconsistencias. Disfrutar de que puedas ser tan felíz en ellas, porque no pasa nada. ¿Qué tanto puede pasar? Vení, explicame qué dice la letra de esta canción que es en inglés y no la entiendo.

Tu falta de bajada de línea moral me era un alivio tan tan grande. Nos peleamos alguna que otra vez, Picha. Nos cagamos de risa muchísimas veces más. Te disfruté. 

Me alegra al día de hoy haberte podido dar yo, por decisión y voluntad propia, el puesto de Padrino que te habían prometido. Que cumpliste al pie, sin cumplir casi ninguna promesa. Fuiste un pilar en mi vida. Un personaje recurrente en mis historias. Un mensaje que ignoré todo el tiempo en whatsapp porque sé cómo sos y sabés cómo soy y nos buscamos por eso. 

Eras una persona increíblemente especial pero no porque no juzgabas, o eras intuitivo, o eras un norte, o un faro o un iluminado o un gurú espiritual. Eras una persona muy especial y listo, con la que podías tirarte un día entero en una cama a hacer nada, y pasarla tan pero tan bien que tu sobrino del campo quería venir a la ciudad. 

Te compartía las cosas y elegía el riesgo de hacerlo aunque no sabíamos qué podía salir de ahí. De mostrarte el mundo a través de mis ojos y mis audios y videos y llamados. De tocarte la puerta y que no estés, o que sí, y hagas la excepción y me dejes entrar. 

Me hiciste sentir muy especial, Picha, con todo ese amor que tenías para mí. Que querías darme a veces en nombre de papá pero venía con tu nombre por todos lados. Con ese cariño que tenías reservado para todo el mundo si te lo pedían. Que era fácil de sacarte con un abrazo aunque estés enojado, por que al rato el abrazo te hacía aflojar.  

Te llevo conmigo, como me llevaste vos, como te llevé siempre. No cambió nada. Y te escribo las mismas palabras con las que me despediste: 

Si me muero hoy, gracias por haber sido parte. Yo la pasé muy bien.

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