Vértices y promesas

Las contradicciones son nuestro punto más fuerte. 

Es raro. Pero son el vértice. Ahí empieza el juego. Vos y yo. Un poco como los imanes a la inversa. La tensión día a día es tirante y elástica. Está siempre ahí. Apretujamos todo pero las piedras no se chocan ni se rompen ni se cansan de rechazar. Nos resistimos. 

Desde el hueco de ese filo nos miramos muy nerviosos. Pensando cómo mentirnos en la medida justa. Un poco más y se nota. Un poco menos y no alcanza.  Necesitamos vértices. Puntos medios. Cosas que dejen tarea para el hogar. Por ejemplo eso de ser libres siempre y cuando sea por igual. 

Pero yo ya sé que el juego siempre es resistir. Ver quién negocia mejor. No soy boluda, solo me hago. 

Pero sonaba lindo, sonaba re lindo ¿no?  Te voy a hablar y no sé que decirte. Un montón de palabras como papelitos de relleno de una caja. Quilombo nomás. Hasta que me quedo en silencio y dudás primero. Y me quedo sin pellejos en el dedo índice y sin parte de la yema. Me voy quedando en carne viva en frente tuyo.

Tengo miedo cuando estoy con vos.

No sé si te conté. Pero mi problema con vos fue nunca tener claro por qué. Hasta que esa pregunta me la dejé de hacer. Porque no era el vértice. Fuimos encontrando cosas mejores. Como el problema que hablamos de no dialogar. Eso ¿Ves? Eso era un vértice. Mirá qué bonito. Mirá qué quilombo. Mirá mi paradoja.

Nos miramos de reojo a ver si el otro sigue ahí. Me muero de ganas de verte. Te quiero descubrir entero. Pero te quiero descubrir sin mirar. Quiero esa parte que me gusta. Dame patamuslo y el sentido del humor. Así que está bien que no me esperes. Te podés ir cuando quieras. Ojalá.

Esas son las promesas que nos hicimos. No nos prometíamos nada.  Te quiero y vos no sabés quererme. Me decís que no, que no sabés, que no querés, y no te creo. ¿Me podés mentir bien? 

El tema es que yo no te escuché. Pensé que era un momento. Pensé que era contexto. Esperé. Me mantuve en tu rango de vista. Hasta que nos encontramos en el vértice. Y no era el contexto. Eras vos. Y esa tensión se empezó a romper. Y el magnetismo se desbalanceó. Y de repente éramos dos fuerzas re tristes. Pegadas. Astillándonos. 

¿Dónde está mi paradoja? Me prometiste. ¿Dónde está mi vértice? ¿Dónde está la contradicción? ¿Ni eso hiciste esta vez? ¿Todo tengo que hacer yo? 

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