Brahma 1

Se enfría la Brahma caliente. 

Esperamos sin apuro a que cierren las urnas. No sé si se le puede decir espera a esto. Hay demasiada poca expectativa. Estamos. Estamos sin apuro hasta que cierren las urnas.

Estamos con la Brahma caliente al sol con una decisión que parece negligencia. Y unos perros que van y vienen ladrando pero no se dejan tocar. Pelusa, Nico, Carlitos y Taison. 

La primera birra la compré. La estaban cambiando de lugar y los pesqué, y en el fondo, ¿yo a quién le voy a contar? Se hacen unos pesos por una birra que igual no quería tomar nadie. La segunda ya la ligué de yapa y con compañía. Ahora alguien pesca, alguien maneja una lancha a lo lejos, alguien la mira y alguien escribe. 

A uno le gusta treparse a la cornisa y ver la pesca. Ya no me acuerdo cuál. Uno feo. Son todos feos y el sudor nos cae por igual a todos. Eso me gusta. Yo no pesco, ni sé vivir en un container. Ni entiendo mucho cómo es esa logística. Y el pescador no sabe qué puede haber de bueno en los diarios de una japonesa de la edad media. Y los turistas no saben bien cómo acercarse a los pescadores y hacen preguntas como "¿Y eso después lo van a comer?". 

Les regalo una mirada inexpresiva. Poco interesada. Pero todos sudamos. Nos caen gotas que se nos confunden con insectos. Con arañas cuyos cadaveres buscamos en nuestras palmas y en vez encontramos el drip de una gota que cae de la axila por la costilla. 

Todas las manos que pasan están húmedas. Todo el cuerpo está húmedo. La frente del pescador está llena de gotas. Cuántas arañas. Hasta el aire está mojado. 

Alguien pesca, alguien prende la radio, alguien escribe y las reposeras están en la sombra llenas de piernas cruzadas acumulando agua en el pliegue de la rodilla. Las miro acostada medio en cuero desde la baranda de la costanera. Donde estamos estando. 

Si cambio de oreja, cambio las rodillas por las patas de las golondrinas que zurcan en vertical y se agarran de sus nidos ahuecados sobre la pared. Son las de panza blanca y cuerpo azul. Me lo enseñó recién el pescador, que ya no me sé su nombre. Azul petróleo lustroso. 

¿Las golondrinas sudan? No me queda claro. Tal vez no todos sudamos y esa duda hace que las interacciones sean tan cordiales. El pescador empieza sus frases con "si se puede saber" o "si está bien que te pregunte". Sí, está bien. Se puede saber. Capaz piensa que soy una golondrina. Es difícil darse cuenta. Pero por lo que veo, de este lado de la baranda, todos sudamos. Me da pereza explicarle. En el fondo, creo que ya sabe. 

Suda la Brahma. Ya está para tirarla. Ya está para vestirse. Está para irse. Está para dejar de tener una pierna de cada lado a ver para dónde me caigo. Ahí estamos. Alguien se para y abre otra birra. Alguien sigue. Alguien le responde al turista. Alguien deja de escribir y sale volando como golondrina. 

Comentarios