Inés
Hoy sé que no me voy a olvidar de ella. Que me enamoró con sus palabras. O el don de poner las palabras “en un orden bonito”: lo más parecido a un hechizo que encontré. Así tan sincero. Así tan cercano pero esfumado. En ningún lugar. Ella estaba ahí. Conmigo. En el presente. Pero en una línea narrativa distinta. Sentada a unos pocos centímetros que medían lo que una galaxia. Ni cuando te di un beso pudimos compartir tiempo y espacio, fue un atento en vano a que me transportes a tu planeta. Tardé en ver que corríamos por líneas paralelas. Y que vos no ibas a mirar para el costado. Me limité a seguir tus pasos de reojo, entregada a la ilusión óptica de que tarde o temprano las líneas se iban a cruzar. Eventualmente se tenían que tocar. ¿Es que no nos podemos tocar? Me colgué a una caricia inmaterial tan real que quema. Me arde. No dudo que lo ves, pero indiferente te escurriste entre mis dedos, sin esperar a que reaccione; ya un paso adelante un poco irritada por perder...